Frustración

De nuevo, he vuelto a este asqueroso y oscuro agujero de frustración que constantemente visito, sólo que esta vez parece que he caído más profundo de lo normal, y por consiguiente, me encuentro bastante decepcionado y pesimista. Normalmente, yo no suelo hablar de esta forma, ya que me gusta lidiar con mis propios problemas en soledad, sin tener que hacer un circo público para que los demás sientan lástima de mí. Sin embargo, esta vez tengo que hacerlo, por el bien de mi salud mental. Y aunque sé que esto no solucionará mis problemas, y también, aunque estoy consciente de que nadie lee este blog, trataré de transmitir mis emociones a través de las letras, con el único objetivo de desahogarme, y poder seguir adelante. 

Un problema que constantemente afecta mi vida, es que cuando todo parece ir bien, algo sucede y arruina todo. No importa qué, cómo, o cuándo: algo negativo debe pasar, y esto debe destruir mis planes. Y cuando digo que algo negativo pasa, no me refiero a los obstáculos naturales que aparecen en la vida de todo ser vivo, ya que, al quejarme de esto no sólo estaría pecando de caprichoso, sino que estaría pidiendo que no existiese aquello que da sentido a todo reto y meta humana: la dificultad. 

No. Cuando digo que algo pasa, me refiero a un algo que suele ser completamente ridículo, y por regla general, un algo que está fuera de mis manos. Este fenómeno sucede con una frecuencia tan inquietante, que cuando algo me está saliendo bien, en lugar de sentir satisfacción o orgullo, siento un profundo miedo y una ansiedad latente, porque sé que algo va a terminar saliendo mal, y aunque últimamente he tratado de ofuscar estos ridículos pensamientos negativos, hace un par de semanas me di cuenta de que no importa cuánto lo intente: finalmente, las cosas salen mal. 

Esto sucede de una forma tan tragicómica, que en mis momentos más irracionales y coléricos he llegado a fantasear que en alguna dimensión hay un ente que tiene designada la tarea de joderme personalmente. Pero no hablamos de joderme de forma tradicional, como aquel bromista insufrible que en la escuela te ponía el pie para hacerte caer, sino de una forma de joder muy personal y cruel, como aquel osado que se pone el reto personal de escalar una montaña, y cuando está a punto de llegar a la cima, una fuerte lluvia le hace resbalar, e inevitablemente, cae estrepitosamente hasta el inicio de su camino, perdiendo sus esperanzas e ilusiones durante el descenso. 

Supongo que no soy el único que se ha sentido así: por más escépticos y racionales que anhelemos ser, a veces parece como si estuviéramos destinados a fracasar en todo lo que hacemos. Y cuando esto sucede, me es inevitable sumergirme en un espiral pesimista que me impide ver las cosas con claridad, que me dificulta reponerme y seguir adelante. 

Pero eso no es todo, ya que también tengo que lidiar con los problemas de mi propia familia. Sí, aunque siempre trato de mantenerme al margen, a veces termino soportando escenas neuróticas que evitaría a toda costa si tuviera el dinero necesario para vivir por mi cuenta. Pero vivir por mi cuenta todavía es una meta muy lejana, y eso sin considerar que yo también tengo mis propios problemas: soy una persona con muy poco control emocional, y por lo tanto, suelo ceder fácilmente ante la neurosis familiar. Y para añadirle ironía a mi vida, también tengo que soportar constantes reproches morales provenientes de una persona que tiene una capacidad de control emocional casi tan nula como la mía.

Sin embargo, esto no quiere decir que mi familia tenga la culpa de todos mis males, sino que a veces, sus intervenciones suelen hacer las cosas más difíciles para mí. Pero al fin y al cabo, nadie es perfecto, así que, de ninguna forma trato de responsabilizarlos por todas las cosas que me suceden, ya que esto sería completamente ridículo. Por fortuna, tengo un hogar, y esto se lo debo enteramente a mi familia. Pero una cosa, no quita la otra.

A pesar de esto, que mi vida se sienta como un ajetreado viaje repleto de fracasos, es una cuestión puramente emocional y perceptiva. Es bueno expresar nuestras emociones, pero también ayuda ser auto-analítico: Uno de mis principales defectos es que tengo la horrible costumbre de obsesionarme con las cosas. No importa qué, pero llega un punto en el que no dejo de pensar en algo, y ese algo se convierte en la parte central de mi vida. Este pequeño aspecto, por más irrelevante que pueda parecer, me ha causado diversos problemas, ya que dependo de convertir casi cualquier actividad en una manía, o de lo contrario, me siento incompleto. Y como consecuencia, cuando una de mis metas principales fracasa, me cuesta mucho más lidiar con ello, ya que es complicado quebrar las resistentes ataduras de la obsesión. Esto me ha hecho repensar seriamente mis acciones y la forma que tengo de lidiar con situaciones difíciles, y he llegado a una conclusión: No estoy preparado para el fracaso. 

Sorpresivamente, esta nula preparación para la derrota, es algo que he visto en muchas personas, y no me extraña: En todo momento se nos bombardea con consejos sobre cómo tener éxito, cómo realizarse en la vida, cómo llegar a la cima, obtener respeto y valoración, sin embargo, no se nos suele enseñar cómo lidiar con el fracaso, y curiosamente, el fracaso es una de las situaciones más constantes que enfrenta el ser humano. Creo que tenemos una idea colectiva demasiado romántica de la vida, una cosmovisión que parece sacada directamente de una película de Disney: No entendemos que aunque luchemos demasiado por algo, sigue siendo posible fracasar. Sin embargo, esto no tiene nada de malo: la derrota es parte natural de la vida, ya que por más inteligentes, perseverantes y trabajadores que seamos, al final no podemos controlar todas las condiciones que nos rodean para ponerlas a nuestro favor. Por lo tanto, el fracaso es un fenómeno completamente natural y previsible. 

Pero de todos modos, duele. A pesar de todo, me desanima. Y trato de ser feliz, trato de eliminar toda la basura mental que perjudica mi razón y que entristece mi ser. Lamentablemente, estos esfuerzos suelen tener como resultado un miserable e hipócrita optimismo, ese que sepulta los problemas psicológicos bajo un estado anímico forzado e insufrible. Y al pensar en esto, decaigo aún más, y no puedo evitar ser pesimista. Pero realmente no estoy tan equivocado ¿O sí? Como dijo Arthur Schopenhauer:

"El optimismo (…) no sólo es una doctrina falsa; es una doctrina corruptora, porque nos presenta la vida como un estado apetecible y da como objetivo de la vida la felicidad del hombre. Desde ese momento, cada cual se imagina que tiene los más justificados derechos a la felicidad y al goce. Así, pues, si, como es harto frecuente, no le tocan en suerte esos bienes, se cree víctima de una injusticia."

Esto suena totalmente racional y objetivo, como una verdad absoluta de la vida, hasta que nos encontramos con Friedrich Nietzsche:

"(...) La mayor parte del pensar consciente de un filósofo está guiada de modo secreto por sus instintos y es forzada por éstos a discurrir por determinados carriles."

¿Y a dónde voy con todo esto? La verdad es que no lo sé. A veces, la vida es bastante confusa. Pero es lógico, porque finalmente, este no es un ensayo: estos son mis sentimientos, disfrazados de reflexiones filosóficas.

Por lo tanto, estas palabras se las dedico al viento: Espero que se las lleve, y de esta forma, pueda calmar el alboroto que asalta mi mente. 

Atentamente...

MasterHand